Si alguna enseñanza me han dejado estos meses de distanciamiento social por el coronavirus, es la importancia de cuidar de mi bienestar físico y mental. Y sé que no soy la única. Creo que nuestro bienestar suele ser visto como el hermanito del progreso económico, pero, en realidad, merece un lugar más importante. Y es que, si nos encontramos bien en cuerpo y alma, podemos funcionar bien. Así que, cuando las aguas turbias pasen, habrá que reconsiderar qué es lo importante en nuestra vida y en dónde queremos poner nuestra energía. Sin duda, para mí, en pasar más tiempo en la naturaleza y con ella, sabia maestra que me inspira día con día a vivir con sencillez. Durante estos meses, la naturaleza ha sido mi más grande fuente de inspiración y sanación. Caminar ha sido como un bálsamo para calmar la angustia y la sensación de haber estado congelada. En los colores del cielo, de las flores y de los árboles encuentro siempre una caricia, en los rayos del sol una cálida sonrisa. En el correr del agua un recordatorio de que fluir es una efectiva forma de vivir. Salir a caminar es algo reconfortante y algo que alimenta la mente y el espíritu.
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