Deja de pensar en grande y empieza a pensar pequeño, y despacio

 

Te voy a proponer un ejercicio. En una hoja escribe tus cinco cualidades que consideras que te definen positivamente. Aquellas cualidades de las que te sientes orgullosa u orgulloso, ya sean en el plano social o en el plano profesional. Cuando hayas terminado, escribe al lado los opuestos exactos de esas cinco cualidades, los opuestos negativos.

Las características opuestas negativamente a esas cualidades ¨positivas¨de las que nos sentimos más satisfechos, las denominó Carl Jung (1938) nuestras sombras. Este ejercicio, adaptado del libro del psicólogo Ronald Siegel Sitting Together, nos hace darnos cuenta de que, mientras que hay una parte de nosotros que siempre queremos mostrar a los demás y con la que, normalmente, nos gusta mucho más identificarnos, siempre hay otra (nuestra sombra) que nos recuerda todo lo que no somos. No solo nos lo recuerda, sino que además nos hace enfadarnos con aquellas personas que resultan ser nuestra sombra, o incluso con nosotros mismos cuando, inevitablemente, mostramos nuestra ¨cara B¨. Eso pasa, no somos perfectos seres humanos (no somos máquinas, o ¿acaso las máquinas son perfectas? otro debate) y tenemos perfectamente localizados nuestros puntos negros, nuestros opuestos. Pero nuestros opuestos no tienen por qué ser nuestros oponentes.

Está demostrado que cuanto más intentamos esconder nuestras sombras, más afloran. Es como meter el polvo debajo de la alfombra. Tú no lo ves, otras personas no lo ven, pero está ahí. Y si se acumula durante mucho tiempo acaba siempre asomando algo en el momento más inadecuado.

Pararse un momento a reflexionar sobre aquello que forma parte de nosotras y que no logramos aceptar de una manera u otra es importante para manejarlo. Creo que muchas veces intentamos ir por delante de nuestras propias circunstancias, adelantarnos a nuestros objetivos, como si así fuéramos a llegar más rápido a una meta ficticia que en el mejor de los casos nos hemos puesto nosotras, y en el peor de los casos nos han impuesto (las expectativas familiares, los estándares de éxito actuales, las comparaciones con nuestros iguales, los roles de genero, etc). En otras palabras, hemos sufrido eso que yo llamo ¨el pensamiento demasiado grande¨. Hemos pensado demasiado grande, demasiado deprisa y nos hemos olvidado de disfrutar el camino. Escribió Antonio Machado una oda a la lentitud que requiere admirar la espera: ¨despacio, despacio, que el único lugar al que tienes que llegar es a ti mismo¨. Porque, ¿cuál es la meta, al fin y al cabo? El engaño es pensar en grande, pensar deprisa, deshechar todo lo que no nos ¨ayude¨a llegar al final cuanto más rápido e indoloro mejor. Escapar, en definitiva, de lo que no nos es útil (en el sentido más capitalista de la palabra). También lo versó así Cavafis, lo reproduzco aquí en su versión traducida al inglés:

What a calamity that you who are made
for beautiful achievements and renowed,
should always be, through your hard fate, denied
occasion and success; that you should always
be hindered by the mean observances,
the littlenesses, and indifferences.
And how unblest the day when you give in
(when you have lost yourself, and you give in),
and you depart, a wayfarer for Susa,
and come before the monarch Artaxerxes
who welcomes you with favour at his Court,
offering you satrapies and things akin.
And you, despairing, you accept those honours,
those that are not the honours you desire.
Your soul is hungering for other things:
the praises of the Demos and the Sophists, —
the difficult, invaluable “Well done”;
the Agora, the Theatre, the bays.
These — how should Artaxerxes ever give,
how should you ever find in satrapies;
and what a life will yours be now, without them.

Escribe Cavafis acerca del héroe que por fin lo ha conseguido todo, riqueza y reconocimiento, pero quien en el fondo tiene hambre de otras cosas (un misterio) que jamás le podrán ofrecer los grandes honores y las palmadas en el hombro y los ascensos y los éxitos.

Mi propuesta consiste en dejar de pensar en grande, dejar de pensar deprisa y empezar a pensar pequeño y a pensar despacio. Nunca se sabe por qué caminos nos puede llevar ese tren. Creo que la calma nos lleva al mismo sitio que la prisa, solo que de forma más agradable. Buena semana.

Nereida Ordovás.

Nereida es Psicóloga en su consulta privada, donde atiende a personas que viven en Holanda, en Español y en Inglés, tanto por Skype como de forma presencial. También realiza talleres de Mindfulness. Si quieres saber más información puedes contactarla en su página www.hispaterapia.com