Una escena bastante usual: te levantas, vas a la cocina (o a la habitación, o al salón) y cuando llegas ahí, se te ha olvidado lo que ibas a hacer. Otra escena bastante usual: vas conduciendo, o coges el tren al trabajo, o de vuelta a tu casa, y antes de que ¨te des cuenta¨ has llegado a tu destino casi sin saber cómo. Podría parecer que hay momentos en nuestras vidas en los que ponemos el piloto automático para llegar a un fin, pero cuando lo hemos conseguido no sabemos ni siquiera cómo hemos llegado hasta ahí, o incluso para qué hemos llegado hasta ahí.
Obviamente, hay momentos en los que el cerebro ha de funcionar en piloto automático, ya que de lo contrario la energía necesaria para hacer hasta la más pequeña cosa sería demasiada y no podríamos funcionar de forma práctica en nuestro día a día: por ejemplo, cuando conducimos tenemos cada movimiento tan interiorizado y aprendido que nos permite desarrollar esta actividad de forma segura (casi siempre). El problema viene cuando funcionamos durante todo el día, durante la mayor parte de nuestra vida, sin ser conscientes de lo que estamos haciendo, o incluso de cómo nos estamos sintiendo (y cómo ello nos afecta a nosotros y a las personas que nos rodean).
Muchas veces, cuando funcionamos en piloto automático, no somos ni siquiera conscientes de quiénes somos, de cómo nos sentimos, y ni qué decir tiene de las personas que nos rodean. Hay personas con altos niveles de estrés que durante años no han sido conscientes de su estado de activación, hasta tal punto que siempre han creído que ese elevado estado de activación era necesario para el funcionamiento eficiente en su día a día. Hasta que algo ha ocurrido en sus vidas que les ha hecho darse cuenta de que no podían seguir viviendo bajo ese estado de estrés continuo. Si bien es cierto que la investigación acerca del estrés y la ansiedad ha demostrado que un mínimo nivel de ansiedad es positivo para el rendimiento (por ejemplo, los pequeños nervios que podemos sentir antes de un examen), es también cierto que un nivel de estrés elevado y sostenido en el tiempo puede tener consecuencias negativas para la salud tanto física como mental.
En la Psicología no existen los remedios milagrosos, entre otras cosas porque somos nosotros mismos los catalizadores del cambio, y por lo tanto esto conlleva un trabajo personal de desarrollo de habilidades con la ayuda de un profesional de la Psicología. La Psicología dispone las herramientas que los seres humanos podemos utilizar para aprender a relacionarnos con nuestras emociones y pensamientos de forma distinta. En mi caso, años de práctica y estudio de los tratamientos científicamente probados que han demostrado ser efectivos, me han llevado a utilizar el Mindfulness como herramienta para el manejo del estrés y la ansiedad.
Según el autor e investigador más importante en este campo, y creador del programa de reducción de estrés basado en Mindfulness (MBSR por sus siglas en inglés), Jon Kabat-Zinn, esta técnica fue desarrollada para personas con altos niveles de estrés con el objetivo de aprender a relacionarse de otra forma con estas emociones que normalmente se viven de forma muy negativa. Es decir, lo que se quiere conseguir mediante la práctica del Mindfulness es una relación de observación, de aceptación, de escucha interior, de exploración, de curiosidad hacia estas emociones y pensamientos. Es por ello que el Mindfulness pertenece a las llamadas terapias de tercera generación, que se distinguen de las de la primera (conductismo) y segunda generación (cognitivo-conductual) en que no va a intentar cambiar ni combatir los elementos internos que provocan el malestar, sino que va a intentar que nos relacionemos de otra manera con ellos, sin intentar a toda costa ponerlos en duda o eliminarlos. Sería como cuando te dicen que no pienses en un elefante rosa, ¿en qué estás pensando?
Estar presentes en nuestra propia vida, llegar a conocer mejor cómo funciona nuestra mente y el poder que tenemos para relacionarnos con ella de otra forma, siendo más compasivos, aceptándonos y observándonos, sin reaccionar sino accionando de forma reflexiva las actitudes que nos hacen sentir mejor. Mindfulness, la práctica de la atención plena, no es un milagro, no es una pastilla, no consiste ni siquiera leer un libro y aprender algunos términos teóricos. Mindfulness conlleva práctica y autoconocimiento. La práctica, en este caso, es más importante que la teoría. La realización de cursos de Mindfulness y unirse a grupos de meditación en grupo es altamente eficaz en la consecución de estos objetivos, pero la tarea más importante es la que realiza uno mismo con la práctica diaria (también la más difícil). Como psicóloga, pero también como persona que practica Mindfulness cada día, sé que es posible (además de satisfactorio) llegar a cultivar esta nueva actitud de presencia plena en nuestra propia vida. Explora tus buenas intenciones para este nuevo año, y pon en marcha las acciones necesarias para conseguir lo que quieres.
Nereida Ordovás.
Nereida es Psicóloga en su consulta privada, donde atiende a personas que viven en Holanda, en Español y en Inglés, tanto por Skype como de forma presencial. También realiza talleres de Mindfulness. Si quieres saber más información puedes contactarla enviando un email: hispaterapia@gmail.com