En Amsterdam recordamos que la muerte no es cómica pero nos podemos reír de ella.
La fiesta que se celebra en México los días 1 y 2 de noviembre tiene orígenes prehispánicos. En todas las culturas del México antiguo la muerte ocupaba un lugar muy importante. Los antiguos mexicanos, igual que en las culturas europeas y orientales, pensaban que el espíritu de los hombres era inmortal; creían que existía un lugar al que iban a parar las almas de los muertos.

La muerte es el destino inevitable de todo ser humano y es natural que nos asuste su presencia. Sobre todo, cuando la vemos de cerca al o cuando se lleva a nuestros seres queridos. Pero, aunque la muerte no es cómica, también podemos reírnos de ella.
Más que el hecho de morir, importa más lo que sigue al morir. Ese otro mundo sobre el que se hacen representaciones, costumbres y tradiciones que se convierten en culturas. Todas de igual importancia, pues ante el camino desconocido que la muerte nos señala, sólo es posible imaginarla con símbolos.

En la Universidad de Amsterdam un evento dedicado a este día. Asistieron mexicanos, residentes hispanohablantes y estudiantes que escucharon la importancia de esta tradición en México, vieron las ofrendas dedicadas a los muertos y, en especial al político y escritor mexicano Carlos Monsiváis.
Una noche para recordar que la muerte no es cómica, pero nos podemos reír de ella.
Sigamos conservando y celebrando estas fechas y culturas que nos hacen distinguirnos entre otros países dándonos la oportunidad de mostrar nuestras tradiciones y costumbres que son de gran orgullo.